La terapia génica es una técnica que consiste en curar reparando los genes defectuosos de los pacientes, lo que requiere que la enfermedad esté ligada a un gen muy concreto. Para ello, lo habitual es usar virus a modo de vehículo de transporte en los que se introduce el gen sano y en una especie de infección controlada, el microorganismo traspasa el material genético a las células y corrige el defecto genético que provoca la enfermedad.
Existen, en teoría, dos tipos de Terapia Génica: la Terapia Génica de Células Somáticas y la Terapia Génica de Células Germinales, aunque sólo la primera está siendo desarrollada actualmente.
La TG somática busca introducir los genes a las células somáticas (esto es, todas las células del organismo que no son gametos o sus precursores), y así eliminar las consecuencias clínicas de una enfermedad genética heredada o adquirida. Las generaciones futuras no son afectadas porque el gen insertado no pasa a ellas.
La TG germinal sólo existe como posibilidad, pues no se cuenta con la tecnología necesaria para llevarla a cabo. Además ha sido proscrita por la comunidad científica y por organismos internacionales por sus implicaciones éticas. La TG germinal trataría las células del embrión temprano, los óvulos, los espermatozoides o sus precursores. Cualquier gen introducido en estas células estaría presente no sólo en el individuo, sino que sería transmitido a su descendencia.
El primer objetivo de la identificación y clonación de genes responsables de enfermedades de origen genético es el diagnóstico precoz, prenatal o postnatal. Pero diagnósticos eficaces sin terapia posible satisfacen poco a los afectados. La identificación de genes humanos mediante técnicas de ingeniería genética constituye, no obstante, el primer paso para desentrañar las bases moleculares y fisiopatológicas de una enfermedad.
Los primeros intentos (no autorizados) de terapia génica fueron hechos por Martin Cline en 1979-1980 hasta hoy. Lo ideal sería colocarlo dentro de uno de los cromosomas de la célula diana, en sustitución del gen anómalo. Pero, de momento, el recurso a la técnica más eficaz está vedada en humanos. La recombinación homóloga se ha mostrado operativa en ratón, permitiendo una modificación estable y definitiva de las células embrionarias germinales, transmisible a la descendencia.
Pero esta posibilidad en el hombre es rechazada unánimemente por todos los comités internacionales de bioética. Sólo queda el recurso a la adición génica: el gen defectuoso sigue presente en el cromosoma, y el transgén introducido puede permanecer fuera del núcleo o de los cromosomas en forma de ADN no cromosómico (episoma).
Otra alternativa sería la introducción al azar del transgén en el genoma, con el riesgo de alterar la función de algún gen esencial. Las precauciones frente a estas estrategias tan imprecisas consisten en impedir la propagación y transmisión del sistema de transferencia del gen (el vector) y comprobar si la inserción del gen foráneo no conlleva la inactivación de algún gen del hospedador o la activación de algún proto-oncogén.
Esta técnica tiene un problema, este mecanismo no solo introduce el segmento del gen corregido, sino que puede transferir residuos de ADN del virus cuyos efectos en el organismo se desconocen y pueden ser peligrosos.
Una nueva técnica ha logrado corregir una mutación genética que provoca cirrosis hepática y enfisema pulmonar sin dejar ningún tipo de alteraciones secundarias, lo que resuelve el problema que planteaba el uso de virus de modificaciones genéticas no deseadas. De momento, este método se ha ensayado en células madre humanas, por lo que no tiene aplicaciones en pacientes. Pero sus impulsores, tras comprobar su eficacia terapéutica en ratones, ya trabajan en un futuro ensayo clínico en humanos.
La terapia génica se confirma como una opción para los “niños burbuja” Este tipo de tratamiento lleva años investigándose y ha protagonizado algunos éxitos, pero también varios fracasos –un ensayo tuvo que suspenderse porque algunos niños desarrollaron leucemia-, por que muchos científicos son bastante escépticos al respecto. Sin embargo, los dos trabajos realizados por un equipo de investigadores de distintas instituciones de Londres, demuestran que la terapia génica ha logrado restaurar la función inmune en 13 niños enfermos de inmunodeficiencia combinada severa –conocidos coloquialmente como niños burbuja-, de los 16 que participaron en los estudios.
• Este tratamiento reabre nuevas esperanzas para los afectados por esta enfermedad
Los “niños burbuja” están un paso más cerca de poder salir de su aislamiento obligado, ése que les espera del reto del mundo y les impide hacer cosas tan normales como abrir una ventana por culpa de un sistema inmune inexistente, que les deja expuestos a lo que cualquier patógeno quiera hacer con sus organismos. Dos estudios dan nuevas esperanzas a los afectados y sus familias al confirmar que la terapia génica es eficaz en ellos a largo plazo.
Este tipo de tratamiento lleva años investigándose y ha protagonizado algunos éxitos, pero también varios frascos- un ensayo tuvo que suspenderse porque algunos niños desarrollaron leucemia-, por lo que muchos científicos son bastantes escépticos al respecto. Sin embargo, los dos trabajos realizados por un equipo de investigadores de distintas instituciones de Londres, demuestran que la terapia génica ha logrado restaurar la función inmune en 13 niños enfermos de inmunodeficiencia combinada severa- conocidos coloquialmente como niños burbujas-. De los 16 que participaron en los estudios.
En uno de los ensayos, los investigadores trataron a seis chicos cuyo sistema inmune no funcionaba porque carecían del gen que codifia la proteína adenosina deaminasa o ADA. La primera opción para estos enfermos es el trasplante de células madres hematopoyéticas (HSC) procedente de un donante compatible. Pero muchas veces no es fácil encontrar uno.
La terapia génica se convierte entonces en una buena alternativa. Consiste en retirar células madre hematopoyéticas del propio niño enfermo, reparar el defecto genético que portan y volverlas a introducir en el paciente para que puedan multiplicarse, ir remplazando poco a poco a las defectuosas y restaurar el sistema inmune. Cuatro de los niños recuperaron por completo su inmunidad gracias a este tratamiento y seguían sanos tras cuatro años de seguimiento. En los otro dos la terapia no tuvo el mismo éxito, pero los autores lo atribuyen a “fallos en la dosis de células elegida o a particularidades específicas de la enfermedad”.
En el segundo estudio, participaron 10 niños burbuja con otra variante de la enfermedad. En este caso la terapia génica fue eficaz en nueve de ellos y durante un período más largo de tiempo, casi una década. Sin embargo, el otro paciente desarrolló leucemia, uno de los efectos secundarios que mas controversia genera sobre esta técnica. No obstante, Adrian Thrasher, del Centro de Inmunodeficiencia e Inmunología Molecular de la University College of London y coordinador de los trabajos, explica que “aunque se trata de una complicación grave, nuestros resultados muestran que los beneficios son superiores a los riesgos y a los obtenidos con un trasplante de un donante que no es 100 % compatible”.
Thrasher añade que “es una alternativa para tratar a estos pacientes de manera eficaz, y lo que también es importante, puede que se la manera más coste-efectiva, porque el procedimiento es muy simple y requiere poca hospitalización”. Bobby Gaspar, otro de los autores y profesor de pediatría e inmunología en el mismo centro, explica que “si estos niños no son tratados, suelen morir al año de vida. Gracias a la terapia génica hemos conseguido que tengan un día a día normal y saludable, sin ninguna restricción. Es un gran éxito”.
Pero ambos investigadores reconocen que conviene hacer la técnica más segura. “La forma en la que reparan los genes en la célula y se introducen de nuevo en el organismos está detrás del desarrollo de la leucemia. Tenemos que alterar la manera en la que introducimos estos nuevos genes, para aumentar su seguridad. Por eso ha comenzado un ensayo multicéntrico en Londres, París y Boston, cuyos primeros datos son esperanzadores”, declaran.